Actividades.
Exposición: Recuerdos de mi escuela.
Esta exposición contó con el patrocinio de la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Viceconsejería de Cultura y Deportes, la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de La Laguna y el Vicerrectorado de Extensión Universitaria de la Universidad de La Laguna.
La exposición fue visitada por varios miles personas y colegios. Tuvo un amplio eco informativo, tanto en la prensa escrita como en el medio televisivo.
Se expusieron los siguientes paneles:
Materiales escolares
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TEXTO:
Para el buen funcionamiento de una escuela de los años 40-50 se consideraba que, como mínimo, se debía contar con los siguientes materiales pedagógicos: una bandera nacional, una figura de la Virgen Inmaculada o del Corazón de Jesús, un reloj de pared, una mesa para el maestro, bancos para el alumnado, una pizarra, un retrato de Franco, un crucifijo, una bandera, mapas de las partes del mundo, un planisferio, un mapa de España y un sistema de pesas y medidas. Dichos materiales podían ser complementados con algunos libros de lectura, siempre que la asignación económica lo permitiese.
Las pizarras individuales (pizarrines), tinteros y plumas, lápices, gomas y afiladores fueron utilizados sucesivamente por los alumnos para escribir y hacer sus operaciones aritméticas.
El aprendizaje de la lectura se llevaba a cabo mediante las cartillas escolares. Primero Rayas, después el Parvulito y Mis Primeros Pasos. En las décadas de los 40 y 50 los conocimientos de lengua, aritmética, religión, política y naturaleza estaban incluidos en un solo libro: La Enciclopedia. Ésta pretendía ser un compendio de todos los saberes que el alumnado debía aprender durante el curso. La más popular fue la conocida Enciclopedia Álvarez. En Canarias se utilizó mucho la Enciclopedia Juan José Jiménez.
También se empleaban otros libros de lectura. Una edición popular del Quijote no podía faltar. La mayoría de los textos servían para enaltecer los valores del Régimen: sacrificio y abnegación por la patria, el imperio y la religión. Hasta los años 60 todo libro destinado a la enseñanza debía ser aprobado por la autoridad eclesiástica; dicha aprobación venía dada por la frase nihil obstat e imprimatur en la contraportada de los mismos.